La amiga que sueña un marido que la mantenga.
El pibe que escribe el reggaetton de moda.
La madre que educa machitos y princesas.
El jefe que escupe: “Es que está en día femenino”.
La compañera que te dice: “Así no vas a conseguir novio”.
La boluda que aclara: “Soy femenina, no feminista”.
La mamá que la viste sólo de rosa, porque es nena.
El papá que compra muñecas y cocinitas y lavarropas a la nena, y pelotas y aviones y juegos de química al varón.
El novio que te revisa el teléfono y el Facebook.
La mina que dice de otra mina que parece una puta con esa ropa.
La mamá que sueña un príncipe azul para yerno.
El papá que paga por sexo con nenas de la edad de su hija.
El novio que no coge con la novia por respeto y sale de putas después de acompañarla a casa.
Los compañeros profesionales, que en vez de escucharte lo que tenés para decir en la reunión, te piden que sirvas el café o hagas el mate.
La marca de detergente que sólo te habla a vos, mujer.
El médico que te hace cesárea sin necesidad o el que te hace la episiotomía de rutina.
La enfermera que te grita: “¡Bancátela, bien que te gustó hacerlo!” o la que te ata a la camilla para parir.
El marido que te prohíbe trabajar, o el que te esconde los documentos y la plata, o el que te controla los ingresos y egresos.
La caricatura política diaria.
El chiste de mierda, las propagandas, Tinelli, la novela turca, los concursos de belleza.
El que te obliga a hacer algo en la cama que no deseás, el que se fija sólo en su placer.
El que te dice: “Ahora no me podés dejar así”.
El que te humilla, el que te adjetiva, el que te menosprecia.
El que te caga a trompadas.
El que te aísla, te controla, te cela, te sigue.
El que me dijo el primer piropo grosero a los doce años.
El que me tocó contra mi voluntad en el boliche.
El compañero que te manda a barrer el piso del local del partido.
El compañero que no cuestiona sus privilegios.
El que recibe un cheque más gordo sólo por tener pene, y se calla y se lo guarda en el bolsillo.
El pelotudo que pregunta: “Y el día del varón, ¿eh?”
La mamá que obliga a la nena a levantar los platos sucios de sus hermanos varones.
La pelotuda que rápido vuelve a aclarar: “Pero mirá que yo soy femenina, no feminista”.
La que se burla de que no me pinto.
La que se burla de que vos no te depilás.
La que se burla de que no calzás tacones.
La que se ríe de que compro libros y no carteras.
El compañero que me mira las tetas.

Todos unidos frente al televisor, preguntándose:

“¿Cómo puede ser que asesinaron a otra mina?”.




Los hipócritas del “Ni una menos”

La amiga que sueña un marido que la mantenga.
El pibe que escribe el reggaetton de moda.
La madre que educa machitos y princesas.
El jefe que escupe: “Es que está en día femenino”.
La compañera que te dice: “Así no vas a conseguir novio”.
La boluda que aclara: “Soy femenina, no feminista”.
La mamá que la viste sólo de rosa, porque es nena.
El papá que compra muñecas y cocinitas y lavarropas a la nena, y pelotas y aviones y juegos de química al varón.
El novio que te revisa el teléfono y el Facebook.
La mina que dice de otra mina que parece una puta con esa ropa.
La mamá que sueña un príncipe azul para yerno.
El papá que paga por sexo con nenas de la edad de su hija.
El novio que no coge con la novia por respeto y sale de putas después de acompañarla a casa.
Los compañeros profesionales, que en vez de escucharte lo que tenés para decir en la reunión, te piden que sirvas el café o hagas el mate.
La marca de detergente que sólo te habla a vos, mujer.
El médico que te hace cesárea sin necesidad o el que te hace la episiotomía de rutina.
La enfermera que te grita: “¡Bancátela, bien que te gustó hacerlo!” o la que te ata a la camilla para parir.
El marido que te prohíbe trabajar, o el que te esconde los documentos y la plata, o el que te controla los ingresos y egresos.
La caricatura política diaria.
El chiste de mierda, las propagandas, Tinelli, la novela turca, los concursos de belleza.
El que te obliga a hacer algo en la cama que no deseás, el que se fija sólo en su placer.
El que te dice: “Ahora no me podés dejar así”.
El que te humilla, el que te adjetiva, el que te menosprecia.
El que te caga a trompadas.
El que te aísla, te controla, te cela, te sigue.
El que me dijo el primer piropo grosero a los doce años.
El que me tocó contra mi voluntad en el boliche.
El compañero que te manda a barrer el piso del local del partido.
El compañero que no cuestiona sus privilegios.
El que recibe un cheque más gordo sólo por tener pene, y se calla y se lo guarda en el bolsillo.
El pelotudo que pregunta: “Y el día del varón, ¿eh?”
La mamá que obliga a la nena a levantar los platos sucios de sus hermanos varones.
La pelotuda que rápido vuelve a aclarar: “Pero mirá que yo soy femenina, no feminista”.
La que se burla de que no me pinto.
La que se burla de que vos no te depilás.
La que se burla de que no calzás tacones.
La que se ríe de que compro libros y no carteras.
El compañero que me mira las tetas.

Todos unidos frente al televisor, preguntándose:

“¿Cómo puede ser que asesinaron a otra mina?”.